reikki

 

Hoy en el blog recogemos la experiencia de una de las personas a las que acompaño. Hace algún tiempo que trabajo con ella algunos de sus bloqueos emocionales. Son bloqueos que no le generan problemas importantes, pero sí situaciones que le afectan en su día a día y que van sumando. Y nunca había sido del todo consciente. Por ejemplo, no sabe decir que no y esto acaba creándole tensiones internas que podría evitar. Hace unas semanas hemos comenzado a trabajar con reiki.

 

Más vale que no busques en la wiquipedia qué es el reiki. Habla de conceptos como imposición de manos, pseudociencia o creencia. Palabras que, seguramente, alejan las mentes más analíticas. Pero se puede ser racional y dejarse llevar por el espíritu y la emoción. Sin juicio. Sin palabras ni números.

La primera vez que me habló de ello, Laura Pedró se refirió al reiki como un masaje para el alma. Y ciertamente es una definición que se asemeja mucho a la realidad.

A veces hay cosas que te inquietan: pensamientos, experiencias, relaciones humanas… Y no sabes cómo resolverlas. Piensas y piensas, le das muchas vueltas. Y cuantas más vueltas das más te enredas. Son preocupaciones que te pueden llegar a bloquear, físicamente (por ejemplo con contracturas o retortijones intestinales) o anímicamente. Hablar de ello con alguien, a veces, ayuda a deshacer el enredo. Pero puede ser que aún te líes más porque, en realidad, ni tú misma sabes qué te pasa y, por tanto, es difícil de explicar.  

El reiki, en cambio, no te hace pensar. No pones palabras a los sentimientos. Simplemente, sientes. ¿Qué sientes? Una gran parte de las veces es calor. Otras veces puede ser una tensión muscular, que a mi, por ejemplo, se me traduce en tensión cervical y dolor de cabeza. Pero esto sólo me pasa al comienzo de la sesión. Después todo desaparece y la tensión se convierte en relajación. Los pensamientos vienen a la mente y se van. Pueden ser pensamientos que te vienen de muy adentro, cosas que hace tiempo que no pensabas. Salen a la superfície y desaparecen, como aquel vaso de agua sucia que se va aclarando a medida que vas añadiendo más agua limpia. La preocupación quizá todavía esté, pero la perspectiva cambia. Todo se vuelve más ligero. Incluso las contracturas.

La sesión se hace en una camilla, como si de un masaje real se tratara. La terapeuta pone las manos, pero no trabaja ningún músculo. Solo te toca, te pone las manos encima, como la amiga que te pone la mano en la espalda cuando estás mal. Va recorriendo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, y se para allí donde su experiencia o su intuición le dicen. Y es a través de sus manos que sientes como tu propio calor trabaja sobre los músculos, sobre la piel, sobre el alma.

Cada vez que voy, salgo como nueva. Mucho mejor que si me hubiera hecho un masaje muscular. El reiki me deja más ligera y con una nueva perspectiva. Tengo curiosidad por saber como seguiré evolucionando. Ya os contaré.